MALBA: nuestro primer proyecto, nuestra primera marca en CABA

En la historia de cada profesional hay un punto de partida que no se olvida. En nuestro caso, ese momento llegó en 1997, cuando el proyecto de un museo privado (el mismísimo MALBA) transformó una esquina de Buenos Aires… y también nuestra forma de entender lo que significa sumar valor desde lo técnico.

«El sueño de un coleccionista que se convirtió en ícono cultural.«

 

En 1997, Eduardo Costantini, empresario argentino y apasionado del arte, lanzó un concurso internacional para diseñar el edificio que alojaría su colección personal de arte latinoamericano. Más de 450 estudios de arquitectura, de 35 países diferentes, presentaron propuestas. El ganador: el estudio AFT (Atelman, Fourcade, Tapia arquitectos).

El proyecto era ambicioso: construir un museo de primer nivel internacional sobre la Avenida Figueroa Alcorta, una de las arterias más emblemáticas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La obra debía estar a la altura no solo del arte que iba a albergar, sino también de las expectativas del país y el mundo.

 

Nuestro rol: hacer que lo excepcional pudiera ser ejecutado

 

 

Siendo todavía jóvenes profesionales, fuimos convocados por el equipo de AFT arquitectos para colaborar con la documentación técnica del proyecto, un aspecto clave para que las ideas pudieran convertirse en obra. Ese fue nuestro primer gran encargo independiente, y también la semilla de lo que luego sería Depro Ingeniería y Arquitectura.

Nos encargamos de:

  • Redactar los pliegos técnicos específicos y generales, ampliando la información de los planos.
  • Inducir las mejores prácticas constructivas, con recomendaciones concretas para la ejecución.
  • Asesorar sobre materiales importados y su correcta aplicación en el proyecto.
  • Participar activamente en la mesa de consultas técnicas junto a los proyectistas.

 

No fue solo una tarea técnica: fue una forma de cuidar el espíritu del proyecto, para que ninguna decisión de obra distorsionara la intención original.

 

 

Ese proyecto no fue solo una obra. Fue una declaración de principios.


La convicción de que la técnica, cuando está bien aplicada, puede ser invisible pero esencial.
Y que el verdadero valor se construye cuando las decisiones se toman con visión, compromiso y respeto por la calidad.

 

Así empezamos en Depro.
Así seguimos construyendo hasta hoy.

 

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